No sabían que la cámara estaba grabando e hicieron
Hace cuatro años tuve la maravillosa dicha de conocer a una persona que me cambiaría la vida por completo, sólo que, en ese momento yo no lo sabía. Callada y discreta, con una piel morena cautivadora, serena, con unos rizos en el cabello que no importase cuanto los estiraras volvían a su lugar, así, tan sencilla y tan ella, la conocí. No hay mucho detalle que pueda interesar, comenzamos en noveno año de bachillerato en el mismo colegio, y yo como buena chica asustada de conocer nuevas personas me senté en la parte trasera del salón. Ella llegó un poco tarde y se ocupó en el único asiento disponible, el que estaba delante de mi, y pasadas unas horas y un cambio de materia, comencé a aburrirme demasiado, y me llamó mucho la atención su cabello peculiar, y comencé a jugar con sus rulitos, estirándolos y escogiéndolos como si no tuviese más oficio que ese. Ella se volteó y me preguntó que hacía, le dije que jugaba con su cabello y que me gustaba mucho, ella me dio la gracias, y aunque mucho después me contó que no le gustaba que le tocaran el pelo, ella nunca me dijo nada. Al desayuno de ese día en el colegio nos sentamos juntas y comenzamos a hablar con un grupo de compañeras del mismo salón, le pregunté su nombre y me dijo «Me llamo Stiffany» y yo, con los ojos como dos platos gigantes, le dije «Y el mío es Tiffany»… así floreció la mejor amistad que he tenido y tendré.

Eramos muy inmaduras y vivíamos la vida sin ver las consecuencias de nuestros actos, ni de nuestras palabras, por ende caben en mi memoria mil y unas discusiones y fuertes peleas que tuvimos al comienzo de nuestra amistad, e incluso una de ellas casi nos cuesta estos cuatro años, que este año son cinco, de amistad. Increíblemente, nunca nos rendimos una de la otra, y era absurdo, pero cuando no estábamos juntas hasta me sentía mal, y en este punto de la historia, casi no teníamos tiempo de amistad, pero era enorme el cariño que nos teníamos, y lo mucho que nos necesitábamos. Conforme fue pasando el tiempo, aprendimos mucho del valor de una amistad, lo que era guardar un secreto, que la vida de tu mejor amiga no le interesaba a nadie más, así que no debías divulgarla, que es mejor discutir en vez de pelear, y que diciendo las cosas que nos molestaban a una de la otra se llegaba más lejos. Todas éstas cosas las pusimos en práctica y conseguimos consolidar una preciosa amistad, un lazo dorado que nadie podía romper, y que juntas conseguimos una hermana por elección.